LEOCADIA PIERDE EL CONTROL Y CURRO EN GRAN RIESGO!

¿Pensabais que la justicia por fin había cerrado el círculo?

Ilusos. Leocadia ha recuperado su libertad, y su primer aliento como mujer ya no prisionera es un juramento de venganza que amenaza con derrumbar los cimientos del Palacio de la Promesa. Prepárense, porque lo que viene a continuación superará cualquier oscuridad que pudieran imaginar.

 

La aparente tranquilidad de una mañana común se rompe abruptamente. Curro, inmerso en la revisión de los documentos de sus nuevas propiedades, es alertado por un tumulto en el vestíbulo. Lo que encuentra lo deja helado. Pía, con el rostro pálido y tembloroso, habla con un mensajero del juzgado. La tensión en el aire es casi tangible. “Don Curro”, susurra Pía con la voz quebrada, “este hombre trae noticias de Madrid… noticias que debe escuchar”.

 

El mensajero, formal pero nervioso, entrega un sobre sellado. Curro lo abre y se enfrenta a la noticia más devastadora de su vida: Leocadia Figueroa, la condesa de Grazalema, ha sido liberada de manera provisional esa misma mañana. El mundo de Curro se paraliza. La mujer que asesinó a su madre Dolores, la responsable de tanto dolor y destrucción, vuelve a estar libre. Un absurdo legal, un tecnicismo procesal, ha convertido su pesadilla en realidad.

Manuel, alertado por los gritos y la noticia, no puede contener la rabia que hierve en su interior. La sensación de impotencia que sienten los hermanos Luján es compartida por todos los que han seguido esta historia. La ley, aunque clara en su procedimiento, parece haber fallado ante la gravedad del daño causado por Leocadia. El abogado de la familia, don Ernesto, confirma la verdad legal: la liberación es provisional debido a irregularidades procesales y falta de testimonios directos que incriminen a Leocadia en los homicidios.

Leocadia expulsa a Ángela de La Promesa

Las restricciones impuestas por la justicia son insuficientes: Leocadia solo debe mantenerse a 100 metros del palacio y de los Luján. Manuel se ríe amargamente; esa distancia es apenas una barrera simbólica frente a la astucia y la determinación de una mujer como Leocadia. Y pronto, el temor se confirma: un mozo de cuadra asegura haberla visto en la posada del pueblo a menos de 2 km, acechando y planificando su venganza.

El miedo se infiltra en cada rincón del palacio. Simona y Candela describen a Leocadia como un espectro malvado. María Fernández protege su vientre, consciente de la amenaza que representa la mujer liberada. Alonso ordena reforzar la seguridad de la finca, pero todos saben que ninguna guardia puede anticipar la inteligencia y crueldad de Leocadia.

No pasa mucho antes de que la primera manifestación de su venganza llegue a las manos de Curro: un sobre negro sin remitente. Dentro, una carta escrita con la caligrafía de Leocadia. “Querido Curro, la prisión me dio tiempo para pensar y planear. Me quitaste todo, ahora yo te arrebataré la paz mental. Nos veremos muy pronto”. Una declaración de guerra psicológica que deja al lector sin aliento. Don Ernesto, impotente, reconoce que la carta es demasiado ambigua para justificar su retorno a prisión.

Así comienzan los días de terror absoluto. Lirios, símbolo de los funerales, aparecen cada mañana en la ventana de Curro. Su retrato familiar es manchado con tinta roja como señal de amenaza. Pasos furtivos retumban en los pasillos de noche, desapareciendo sin rastro. Leocadia no necesita armas para causar terror: su poder reside en manipular la mente de sus víctimas, convirtiendo la casa familiar en una cárcel de paranoia.

Pronto, las apariciones de Leocadia se confirman: una figura encapuchada en el bosque deja un pañuelo con las iniciales LF. La tensión alcanza su punto máximo cuando Curro descubre otra nota, cruel y personal, sobre su almohada. En ella, Leocadia recuerda las últimas palabras de su madre Dolores, jugando con su culpa y su miedo. Curro, al borde del colapso, se enfrenta a un enemigo que lo conoce demasiado bien.

En medio de esta desesperación, surge la inesperada aliada: Ángela, hija de Leocadia. Pálida pero determinada, se presenta ante Curro declarando que sabe dónde se encuentra su madre y que ha recibido sus intentos de manipulación. Sin embargo, su fidelidad está del lado de la justicia y del amor. Ángela, dividida entre la sangre y sus convicciones, decide proteger a su hijo y a Curro: “Te amo, Curro. Nuestro hijo merece crecer sin la sombra de mi madre”.

Juntos, Curro y Ángela trazan un plan arriesgado. Bajo la noche, se dirigen a la casa abandonada donde Leocadia los espera, sabiendo que su trampa está a punto de ser desvelada. La mujer los recibe sentada como si fuese una reina del infierno. “Sabía que vendrías”, dice, con una sonrisa gélida, revelando que siempre conoció sus intenciones gracias a Cristóbal, el mayordomo convertido en su espía involuntario.

Leocadia empuña una daga, la misma que utilizó para asesinar a Dolores. Ataca a Curro, quien logra esquivar parcialmente, pero queda a merced de su madre. La tensión es máxima: la vida de Curro y de su hijo en gestación penden de un hilo. Ángela se lanza como escudo humano, enfrentando el peligro y obligando a Leocadia a detenerse. La hija enfrenta a su madre con palabras cargadas de emoción: “Cada daño que causes a quien amo, me destruye a mí también”.

Avance semanal del 13 al 17 de octubre en 'La promesa': Leocadia le pide un  gran sacrificio a Curro - La promesa

En ese momento crítico, la Guardia Civil irrumpe gracias a la alerta de Manuel, quien encontró una nota de Curro. Leocadia es detenida, esposada y vigilada mientras sus ojos envenenados se cruzan con los de Ángela. La joven responde con firmeza: ha elegido la vida y el amor sobre el odio. La justicia finalmente se impone.

El juicio es rápido y el testimonio de Ángela resulta decisivo. Describe años de manipulación y abuso psicológico que sellan el destino de Leocadia: 30 años de prisión sin posibilidad de libertad condicional, una sentencia que la mantiene alejada de quienes amó y dañó.

Meses después, el Palacio de la Promesa comienza a sanar. Curro enfrenta sus demonios con el apoyo de su familia y del padre Samuel. Ángela, aunque repudiada por algunos, es acogida como una Luján de pleno derecho. Leocadia intenta un último juego enviando cartas llenas de mentiras, pero la familia, unida, decide ignorarlas, negándole cualquier poder. Sus palabras ya no tienen efecto.

La historia culmina en un nuevo comienzo: el nacimiento del pequeño Juan, hijo de Curro y Ángela, simbolizando la esperanza y la victoria de la luz sobre la oscuridad. Curro y Ángela, con su hijo en brazos, contemplan las estrellas, conscientes de que han ganado su libertad y asegurado su futuro. La sombra de Leocadia se ha desvanecido, aunque sus últimas cartas sugieren que aún podrían existir secretos por descubrir y desafíos por enfrentar.

¿Será realmente duradera la paz en la Promesa? ¿Qué nuevas intrigas podrían surgir de las revelaciones pendientes sobre Lorenzo de la Mata y Cruz? La calma de la familia es solo un respiro antes de la próxima tormenta, pero por ahora, la luz ha triunfado.

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